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lunes, 29 de noviembre de 2010

Privilegios vs Democracia

Relación materno infantil, nuestro encuentro con la democracia

El fenómeno del “privilegio”
Los seres humanos nos reconocemos finitos, el futuro nos preocupa, deseamos hacer cosas que nos garanticen un bienestar hacia el futuro. Entre más amplia sea nuestra dimensión de posibilidades hacia el futuro, entramos a él con mayor confianza. Nuestra tranquilidad presente depende, en mucho, de nuestro poder de acción futura.

Solidez económica, educación, salud e información, por mencionar algunos, son elementos que nos proporcionan amplitud en nuestro poder de acción. El dinero nos permite hacer una multiplicidad de cosas que no estaríamos en condiciones de hacer sin él. La formación universitaria permite el acceso a empleos mejor remunerados, sin esfuerzo físico y con mejores condiciones de seguridad. La garantía de poder enfrentar una eventual enfermedad o prevenirla, nos permite vivir con mayor confianza. Y la información nos otorga muchas más posibilidades de tomar decisiones más efectivas. 

Quienes viven en la confianza de que su futuro tiene algunas garantías, tienen un vivir completamente diferente que quienes viven en la desconfianza o en la incertidumbre. 

Otra dimensión del ser humano, es la de lo social. Los seres humanos somos seres sociales, relacionales, nuestra existencia depende, no únicamente de lo que individualmente podamos hacer, requerimos de otros para subsistir. El hacer conjunto es otro elemento que expande nuestro poder de acción, y la confianza es fundamental en la construcción y conservación de nuestras relaciones. Es por ello que, las relaciones de las personas que viven con confianza, suelen ser más efectivas que las de los que desconfían.

Cuando los elementos antes señalados, solidez económica, educación, salud e información son restringidas en su acceso a un sector de la sociedad, los llamamos privilegios. Las posibilidades de acción para enfrentar el futuro de unos y otros pierden equidad, se produce una ruptura. La consecuencia de esto es un conflicto de emociones.

Todo aquel que haya quedado fuera de las posibilidades de acción que el privilegio permite, no solo experimentará desconfianza, sino sensación de injusticia, resentimiento, resignación, segregación, pérdida de libertad y posiblemente deseos de revancha y odio. 

La parte de la sociedad que goza de los privilegios, si bien vive en la confianza hacia el futuro, enfrenta otro problema emocional, el miedo a perderlos. Las emociones y conductas que observa en los que han sido marginados le resultan amenazantes, la confianza que tiene hacia el futuro se ve disminuida ante la posibilidad de perder sus  privilegios  y experimenta sensaciones de injusticia y resentimiento, y posiblemente deseos de revancha y odio también. 

La legitimidad de eliminar los privilegios que poseen unos cuantos se fundamenta en el deseo de obtener un poder de acción que entregue confianza hacia el futuro. Pero no resultaría menos legítimo el deseo de conservarlos, sustentado en la misma inquietud. Los deseos contradictorios tienden a ilegitimarse entre sí.

 No quisiera que esto se entienda como que estoy dando legitimidad al abuso que se comete contra las clases más vulnerables. Hablo exclusivamente de legitimar el deseo de conservación del privilegio, sustentado en la aspiración de obtener confianza hacia el futuro. 

Resumiendo, lo que tenemos es un modelo de convivencia con deseos contradictorios, sostenida en la negación de la legitimidad del otro y con dimensiones de poder de acción completamente inequitativas como consecuencia de este mismo convivir.

Cabe aclarar que esta interpretación sobre el privilegio, sólo remite a aquellos que resultan como consecuencia de la imposición y de la arbitrariedad, esos que, por conservarse, acotan las posibilidades de otros.

  No resultaría saludable, sin embargo, dejar de observar que este concepto puede verse desde una perspectiva éticamente aceptable, siempre y cuando el acceso a él no clausure la posibilidad del acceso de otro. 

Este pensamiento no pretende igualar las condiciones de vida, sino hacer  equitativas las posibilidades de acceder a mejores condiciones. La responsabilidad de lograrlo queda a sujeta a las capacidades, esfuerzos y deseos particulares de cada quien.

Izquierda y derecha

Voy a hacer un breve desvío solo para señalar algo que seguramente ya muchos conocen, y que es el acto histórico en el cual se acuñaron los términos de “derecha e izquierda”.

Si no me equivoco, en la época de la revolución francesa, la monarquía pidió a los miembros de la asamblea nacional lo siguiente: Aquellos que estuvieran a favor de que los privilegios de los que gozaban la nobleza, el clero y la milicia, deberían situarse al lado derecho del recinto, y los que se opusieran a que dichos privilegios se conservaran, habrían de situarse al lado izquierdo.

Preguntarnos únicamente por el significado de derecha e izquierda no es suficiente, en tanto que la respuesta sería similar o aproximada a lo que relaté no aclara demasiado el dilema relacional, nos deja exactamente igual que al comienzo. Unos optando por conservar los privilegios y otros por extinguirlos y sin un camino de salida posible.

Una forma de salvar ese riesgo es plantear la pregunta de manera diferente - ¿Qué tipo de relaciones creamos en un convivir que conserva privilegios arbitrarios? Y ¿qué tipo de relaciones se crean en un convivir sin privilegios impuestos? Este tipo de preguntas cierra el espacio de la definición conocida y abre uno para la reflexión. Al girar la pregunta, la respuesta reflexiva no da lugar para acusaciones, para hablar de causantes, sino solamente para hablar de consecuencias y responsabilidades. Si miramos cuidadosamente, la pregunta fundamental deja de ser moral, y ahora es una pregunta fundamentalmente ética.

El cambio

Cambiar es un tema de responsabilidad: Este modelo de convivencia en el que estamos inmersos, no es, propiamente a causa de algo o alguien en particular, sino consecuencia de nuestros hacer recurrente, de nuestro recurrente ilegitimar al otro. Las acciones recurrentes de una sociedad es lo que conforma una cultura, y la nuestra, promueve este tipo de convivencia. 

Creer que un cambio se logra a partir del cambio del otro, resulta, por decirlo menos, irresponsable, además de inefectivo. Pensar esto equivale a decir, el equivocado es el otro, que cambie él, porque yo no tengo responsabilidad en lo que sucede. Todos participamos de este modelo de convivencia, podemos negar nuestra responsabilidad, pero hacerlo no cambiará nada.

Por otra parte, y por paradójico que pueda resultarle a algunos, cambiar la manera de convivir debe ser consecuencia de la seducción de ese mismo modelo de convivencia. Hacerlo mediante la imposición es hacer lo mismo que deseamos cambiar, por lo tanto, ofrecerá un resultado similar. 

Regresando a las preguntas que planteamos, la primera, la que se refiere a la conservación de este tipo de privilegios, posiblemente la hayamos respondido en la exposición inicial. “un modelo de convivencia con deseos contradictorios sostenida en la negación de la legitimidad del otro y con dimensiones de poder de acción completamente inequitativas como consecuencia de este mismo convivir”.
Busquemos ahora responder la segunda - ¿qué tipo de relaciones se crean en un convivir sin privilegios impuestos? -

Democracia

Si nuestros ámbitos de acción posible son equiparables, competir carece totalmente de sentido, la colaboración solidaria surge como modo de expansión de nuestro poder de acción. Al no haber competencia, nuestros fines individuales son fines comunes, la apropiación y el monopolio pierden sentido también.

Cuando las acciones individuales responden a inquietudes colectivas, las conductas impositivas pierden todo sentido, con ello la negación y el rechazo a las diferencias se enfrentan de manera diferente. 

La política emerge nuevamente como el "arte de lo posible", operando como medio conservador del modelo relacional que hayamos elegido. Las políticas públicas y económicas le son coherentes también. 

La consecuencia de un vivir y convivir de esta manera, es una comunidad con poder de acción equivalente sustentada en la aceptación de la legitimidad de nuestras diferencias y de nuestra autonomía. Es decir, Democracia.

Reconozco que hasta este punto, el texto puede ser observado como una utopía, pero ese carácter se diluye si observamos nuestras experiencias en una convivencia similar. La relación infantil materna es la experiencia que nos muestra que este convivir es posible. 

 En la relación temprana con la madre, el niño surge siempre como un legítimo otro, no necesita disculparse por ser como es, tampoco la madre requiere la disculpa, ambos viven y conviven en la total aceptación. Las posibilidades de acción del niño son consecuencia de los actos solidarios y de colaboración de la madre. Sumergidos en este vivir, todas las acciones de la madre apuntan a la conservación de este tipo de relación. 

Otros puntos de referencia los podemos encontrar en relaciones familiares más amplias, de pareja, o en la amistad. El comportamiento que observamos es democrático, aceptamos a los otros a pesar de nuestras diferencias, coordinar acciones conjuntas resulta fácil. 

Vivir en la negación, en el rechazo al diferente, nos conduce a construir  nuestras relaciones sólo con aquellos que compartan nuestro mismo pensamiento; en la medida que ello ocurra, los pensares minoritarios seguirán siendo discriminados y la disidencia atacada y perseguida.

No sé si lo anterior refleja la idea de quienes optaron en la asamblea nacional francesa por oponerse a los privilegios. Tampoco sé si los que deseaban que estos privilegios se conservaran desearan este tipo de convivencia, ni tampoco veo la relevancia que eso pueda tener. Lo que hay en el presente es esta forma relacional que hemos creado y que seguimos recreando con cada una de nuestras acciones.

Insisto, de no trasladar la pregunta del ámbito moral al de la ética, estaremos sujetos, sin posibilidad de salida, a dar una respuesta impositiva y que garantice los privilegios de unos sobre otros. La moral abre una brecha insalvable al colocar a unos del lado del “bien” y a otros del lado “mal”. La negación y el rechazo son consecuencia del “deber ser”.

La ética, por el contrario, privilegia la convivencia, juzga únicamente el resultado de la convivencia, no tiene apegos a dictámenes indiscutidos respecto cómo debemos ser, por tanto, siempre hay apertura a cambiar, a transformar.



2 comentarios:

  1. Muy interesante, lo que importa no es la ideología que tengamos, sino el que seamos capaces de aceptarnos, compartir y cooperar por un bien común.

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  2. ¡Uff! Hace ya muchos años cada vez que llegaba a mis manos un nuevo computador o sistema operativo no me sentía satisfecho hasta no conocer como es que funcionaba el chunche. Perdía mucho tiempo pues en el análisis llegaba el momento que salía una nueva versión y a empezar de nuevo. Hoy cuando llega a mis manos una nueva tecnología, no me pregunto como funciona, me pregunto para que sirve y la utilizo. La democracia, las oportunidades distintas, buenos, malos, sincretismo cultural entre otros son hechos que no podemos cambiar. Herramientas que habría que aprender a utilizarlos con justicia y equidad.

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